jueves, 11 de junio de 2009

CRÓNICA DE UNA AMPOLLA ANUNCIADA

jueves, 11 de junio de 2009

El reloj despertador, aquella mañana, sonó más suave que todos los días, al menos eso creía yo. Muy a lo lejos escuchaba el detestable y típico pito que por lo general tienen los relojes de este tipo. Pipipipi pipipipi pipipipi bis, bis, bis… de todo lo que repicó creo que hasta gangoso se puso, sin embargo, a pesar de sonar y sonar no dejó de trabajar. El desvelo de la noche anterior no dejaba que mi cuerpo se levantara ni siquiera para alcanzar el reloj y tirarlo por la ventana que, sin percatarme, había dejado abierta del sueño que tenia aquella noche de trabajo.
De repente una voz interna me recordaba que tenía que pararme de la cama a como diera lugar. Ese día tenía una cita de encuentro con la coordinadora de la Emisora Cultural Universidad de Antioquia, Seccional Oriente, Yuliet Ríos Uribe, para entrevistarla y hablar a profundidad de la concepción que ella como periodista y representante en el Oriente de la misma tenia de sobre el desarrollo, la educación y la comunicación, para iniciar, de esta manera, a sondear sobre el trabajo de la Emisora y su vinculación a las actuales dinámicas de desarrollo regional.
Un empujón interno me levantó sorpresivamente sin darme chance de pedir cinco minuticos más de sueño, pero quisiera o no, la realidad era que tenía que levantarme. De modo que toda la modorra matutina común en mí, fue la que lancé por la ventana, lo que me facilitó disponerme a la preparación diaria para salir de casa más rápido que de costumbre, ya que el reloj trabajo más que nunca aquella mañana sin cumplir su objetivo.

La arepa y el chocolate en el fogón se rechinaban mientras me vestía después de un reconfortable baño de agua fría que no dio más espacio al pesado sueño, y no sé por qué diablos después de mucho tiempo quise ponerme las zapatillas que al olvido estaban; ya tenía encima el pantalón y la camisa, que combinaban a la perfección con aquellos zapatos elegantes y, después de desempolvarlos, al momento de ponérmelos no encuentro las medias indicadas para dichos zapatos; un grito desesperado acude a mi querida madre que al verme atareado y con afán decide ayudarme con el desayuno. ¡Mamáaaaaaaaaa! ¿Dónde están las medias de las zapatillas? Quien responde muy folclóricamente “se las regalé a su tío”, ¡nooooooooooooooooooo! Grita mi mente ¿por qué, por qué, por qué? ¿Por qué me entero después de estar a punto de salir? Pero una entrevista que había visto de un diseñador que explicaba el por qué de no tener medias puestas y con zapatillas me tranquilizó y me motivó a hacer lo mismo. A mi mamá le faltaron palabras para hacerme desistir de ponérmelas sin medias replicando por último con un tono de enfado ¡le van a salir ampollas! pero era tarde y no podía pensar de nuevo que ponerme. El reloj, a pesar de que ya no pitaba, seguía corriendo y el proyecto de aula no podía esperar mis manías de vestirme. Tres mordiscos a la arepa y tres sorbos de chocolate fueron suficientes como desayuno.

Salí corriendo de casa y al llegar a la avenida mi mirada tropieza con el ciclista Santiago Botero que pasaba como alma que lleva el diablo en su bicicleta. No me extrañé mucho de aquel cuadro, él al igual que muchos ciclistas entrenan en la carretera Rionegro-La Ceja por la exigencia que demanda, lo que sí me extrañó fueron los pitos de los carros que, con su velocidad, había dejado atrás y lo seguían con mucha algarabía. Sin poder meditarlo, ya era María Luisa Calle la que pasaba como una flecha sin destino aparente; eso sí me extrañó; ver dos deportistas destacados en menos de un minuto, pero ellos no fueron los únicos, los pitos cada vez se multiplicaban y al frente de mis ojos pasaron y pasaron ciclistas. De la emoción que sentí no había percatado que no había ni un carro por aquella calle que no estuviera vinculado a la competencia de la cual no sabía ni pito, y es apenas lógico. La academia me absorbía día a día sin tener información diferente a la de Jesús Martin Barbero, Miquel Rodrigo Alsina, Néstor García Canclini, Ernesto Sampierí, Elsy Bonilla, en fin, numerosos escritores que hablan de teorías de la comunicación y planteamientos para la realización de un proyecto de investigación, claro no podía pensar en nada que estuviera por fuera de la universidad y del proyecto de aula.

La mañana seguía su marcha tal como todos los días y nada de la buseta que me llevaría a la universidad, de modo que comencé a caminar hacia La Ceja con la esperanza de ver más adelante carros que no fueran de la carrera de ciclismo, pero ni un solo carro se atisbaba en el horizonte. Los vehículos estaban detenidos en las calles paralelas a la principal y en cada esquina un policía cuidando que ninguno saliera. Al caminar varios minutos me encontré con un guarda de tránsito a quien le pregunté con un tono de desaliento ¿A qué horas se normaliza el tránsito vehicular? Quien responde en un tono altanero y burlesco ¡dentro de una hora, mínimo! sin saberlo había acabado de darme una noticia terrible. Estaba sobre el tiempo de la hora acordada con Yuliet y tenía más de media hora de camino en frente, no lo pensé un solo segundo y aceleré mi paso rumbo hacia la universidad para llegar antes de la hora de espera que me había dicho tan descortésmente el guarda. El sol que brillaba esa mañana se perdió entre las nubes haciendo de aquella una mañana gris que combinaba con mi alma; a cada paso se hacía más tortuoso el hecho de que no llevara medias y tres dedos en especial empezaban a dolerme, pero esta preocupación por mis dedos no era más grande que la de llegar temprano primero, para cumplir la cita y segundo para adelantar este proyecto por el que mi equipo de trabajo y yo hemos luchado tanto para que salga bien y al cual tres ampollas en los dedos no iban a estropear.

Piensé que el camino estaba como largo y de repente a mi mente llegó esa bella canción que interpreta Joan Manuel Serrat cantares y sin más ni más la comienzé a cantar sin importar que pensaran de mí los ciclistas que continuaban pasando a toda marcha, y sin pensar llegué a la universidad. Los pasos continuaron a la misma velocidad con la que salí de San Antonio de Pereira. Ya lo que faltaba era poco, sólo subir cuatro pisos y sentarme a conversar “con la lengua de corbata”
-como dice mi abuelita cuando está cansada-. A conversar, sí, de los tres pilares de los que se sostiene y consolida el planteamiento investigativo de este proyecto de aula, comunicación, desarrollo y educación, y qué periodista en formación no caminaría con zapatillas y sin medias, media hora, para hablar de lo que lo apasiona.
Por: Wilfer Sánchez

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